Soñamos con un nuevo día, cuando el nuevo día no llega. Soñamos con una batalla, cuando ya estamos luchando.
~El club de los poetas muertos.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Roadtrip

Una de las cosas que más me gustan de viajar, por raro que parezca, es el trayecto en coche. Da igual si duran 2 horas o 9 horas, da igual que esté incomoda y acabe con dolor de espalda y el culo me duela de ir sentada; no es suficiente para que no disfrute los viajes.



Lo que me gusta de ir en coche de viaje es observar el paisaje. Es mi momento de pensar, es el único momento en el que soy capaz de abstraerme del mundo y aclarar mi mente. Muchas veces, aunque mi madre tenga música puesta en el coche, yo simplemente me pongo los cascos y observo; me gusta recordar los buenos momentos vividos hasta el momento, recordar por qué soy feliz.

De hecho, esto que hoy escribo, lo pensé en el coche, en el camino de vuelta desde Valencia a Madrid. Recuerdo que mi hermano se había quedado dormido y ocupaba casi los tres asientos traseros, dejándome a mi pegada contra la puerta con mi perrita encima, asándome de calor porque el sol daba a mi lado del coche. Recuerdo también estar mirando por la ventana, a punto de quedarme dormida, pensando en todo y nada. Recuerdo haber sonreído al ver los colores del atardecer al entrar a Madrid, y también recuerdo haber luchado con mi móvil para conseguir hacer una foto, sin tener demasiado éxito, a la vez que mis hermanos lo intentaban también.

Pero, ¿sabéis? lo que realmente recuerdo con total claridad, es haber pensado "realmente no hace falta mucho para ser feliz". Y es cierto, porque a pesar de que estaba muerta de calor, incómoda y cansada, era feliz porque sabía que todas las cosas que tengo en mi vida son suficientes para sonreír; y siempre que algo te hace sonreír, por pequeño o tonto que sea, y aunque no sea una sonrisa que dure eternamente, si te hace sonreír, es porque eres feliz. La gente que no es feliz no es capar de reírse, ni de sonreír, porque exigen demasiado por su felicidad.

Sé que hay veces en las que nos sentimos infelices, nos sentimos solos, sentimos que nada tiene sentido, que sabemos hacia donde vamos, y nos enfocamos en ese sentimiento de tristeza para justificar que no somos felices. Pero eso es porque nos cuesta recordar que el otro día te dieron un abrazo porque sí que te hizo sonreír, o que la semana pasada te contaron un chiste que te hizo llorar de la risa, o que cada vez que llegas a casa tienes un perrito que corre a saludarte como si fueras el amor de su vida. Os aseguro que una vez que recordáis eso, aunque estéis tristes en ese momento, sabréis que no sois infelices.

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